jueves, 28 de junio de 2012

Transnacionalización de la economía. Crisis del Estado de Bienestar. Material presentado por las Olimpiadas de historia de la República Argentina.


Diburzi, N., Alonso, F., Larker, J., Ciencias Sociales, serie: Material de Estudio Curso Común Preparatorio para ingresantes de la UNL. Santa Fe, 1998, Selección de fragmentos.


La Transnacionalización Económica.

Actualmente es bastante común oír hablar de la transnacionalización. Este término remite a nuevas formas de producción y a un nuevo tipo de acumulación desarrollada por el sistema capitalista a nivel mundial en estos últimos treinta años. A partir de los años ‘60 se fue conformando una economía cada vez más transnacional, es decir, un sistema de actividades económicas para las cuales los estados nacionales y sus fronteras se convirtieron en un obstáculo para la movilidad de los capitales. La economía mundial dejó de tener límites territoriales concretos. Esto no se debió a una sola causa, sino que es necesario considerar varios factores a fin de comprender la nueva fase por la que atraviesa hoy el sistema capitalista.
Según Eric Hobsbawm, tres aspectos de la transnacionalización resultan visibles: las compañías transnacionales (también conocidas como multinacionales), la nueva división internacional del trabajo y el surgimiento de actividades off shore (extraterritoriales) en los llamados paraísos fiscales.
Las empresas multinacionales desarrollaron nuevas formas de producción basadas en la microelectrónica y en la información, que han ido sustituyendo al modelo fordista, basado en el petróleo y orientado hacia el complejo metalmecánico. Junto a las tecnologías de la informática —que pasaron a integrar las áreas de computación, software,
telecomunicaciones, automatización industrial y mecánica de precisión—, se fue desarrollando la biotecnología —utilización de microorganismos para su aplicación a diversas actividades, como las agropecuarias, las farmacéuticas y las industrias de la alimentación.
La implementación de estas innovaciones supuso la alteración del sistema de producción fordista, de ahí que actualmente la producción masiva haya perdido importancia frente a la denominada producción “just in time”, desarrollada por las empresas japonesas y que consiste en la capacidad para modificar productos y procesos en plazos breves.
En este tipo de producción ya no interesan tanto los grandes stocks de mercaderías sino la posibilidad de tener stocks menores, producir lo suficiente para atender en el momento a los compradores y tener una capacidad mucho mayor de adaptarse a corto plazo a los cambios de la demanda. Esto se vincula con la mayor integración dentro de las
empresas de las funciones de diseño, investigación y producción y, con el surgimiento de nuevas actividades de servicio vinculadas con la producción (software, información técnica, etc.), que pueden ser desempeñadas por empresas de tamaño reducido.
Afirmamos más arriba que las fronteras nacionales se han convertido en un obstáculo para los intereses de las empresas multinacionales, lo que puede visualizarse si tenemos en cuenta que la producción comenzó a trasladarse de los países europeos y norteamericanos, que habían sido los pioneros de la industrialización, hacia países con mano de obra más barata. Una nueva división internacional del trabajo comenzó a socavar a la antigua. Un ejemplo lo constituye la instalación de fábricas de automóviles de la empresa alemana Volkswagen en Argentina, Brasil, Ecuador, Egipto, México, Nigeria, Perú, Canadá y Yugoslavia. Estas industrias abastecían no sólo los mercados locales sino también el mercado mundial y entraban a formar parte del proceso de fabricación transnacional.
Las multinacionales de origen estadounidense y europeo occidental —principalmente alemán— aumentaron considerablemente el número de sus filiales entre 1950 y 1970.
La novedad radicaba en la escala de las operaciones: a principios de los años ‘80 las compañías transnacionales de origen estadounidense acumulaban las tres cuartas partes de las exportaciones del país y casi la mitad de sus importaciones. Gran parte de lo que aparecía en las estadísticas como importaciones y/o exportaciones era en realidad comercio interno dentro de una entidad transnacional como la General Motors, que opera en cuarenta países.
Al internacionalizar los mercados más allá de las fronteras nacionales, las empresas han comenzado a fragmentar la producción por medio de las plantas de ensamblaje, produciendo una ruptura de la relación vertical matriz-filial. Así se ha roto la rigidez de los mercados nacionales al crear la necesidad de traslado constante de los procesos productivos buscando, en esa movilidad permanente, ventajas competitivas, es decir, mano de obra barata, baja carga impositiva, legislación laboral flexible, etc.
Con el objetivo de evadir los controles que los estados nacionales imponían a los capitales se generalizó la práctica de registrar la sede legal de una empresa en territorios pequeños y fiscalmente generosos que les permitían a los empresarios evitar los impuestos en sus propios países. Territorios como Curaçao, Las Islas Vírgenes, Liechtenstein se convirtieron en paraísos fiscales, donde era posible depositar divisas para evitar las restricciones de las leyes financieras de países como EE.UU. Estos dólares flotantes acrecentados por las divisas provenientes del aumento del precio del petróleo impuesto por los países de la OPEP— se convirtieron en la base de un mercado global incontrolado que buscaba beneficios fáciles bajo la forma de créditos. Los gobiernos terminaron por ser sus víctimas ya que perdieron el control sobre los tipos de cambio y
la masa monetaria.
Como corolario de lo que acabamos de explicar en relación con las nuevas formas de acumulación desarrollada por el sistema capitalista, resulta interesante la siguiente observación de Hobsbawm: «El mundo más conveniente para los gigantes multinacionales es un mundo poblado por estados enanos o sin ningún estado»*. Hobsbawm, Eric (1995). Op. cit., 8.284.
La expansión de la economía mundial a principios de los años ‘70, acelerada por una inflación creciente, por un enorme aumento de la masa monetaria mundial y por el déficit norteamericano, se volvió frenética. El PNB de los países desarrollados cayó sustancialmente; entre 1973 y 1975 se redujo en un 10% la producción industrial de las economías desarrolladas y el comercio internacional en un 13%. En el mundo capitalista avanzado continuó el desarrollo económico aunque a un ritmo más lento que en el período ‘50-70, a excepción de los países de industrialización reciente como los del sudeste asiático, que en los años ‘70 se convirtieron en la región más dinámica de la economía mundial.
El crecimiento volvió a verse interrumpido por graves crisis en 1974-1975 y a fines de los años ‘80. En Europa occidental el desempleo creció de un promedio de 1,5% en los años ‘60 hasta un 4,2% en los ‘70. Los shocks producidos por el precio del petróleo en la década del ‘70 no constituyeron la causa de la crisis, sino más bien son vistos por algunos autores como impactos exógenos que agudizaron la crisis de carácter estructural que ya se había desplegado y que produjo una profunda reconversión del modelo de producción fordista. La crisis de los ‘70 marcó el comienzo de la pérdida de la hegemonía internacional por parte de EE.UU. frente a Alemania y Japón, que lideraron la salida de la crisis.
CRISIS DEL ESTADO DE BIENESTAR. POLÍTICAS NEOLIBERALES
La crisis de los 70 puede ser mirada desde múltiples perspectivas: crisis económica, crisis del Estado de Bienestar, crisis del Estado Nación, crisis del socialismo real...
La crisis económica no impidió, en los países capitalistas desarrollados, la continuidad del crecimiento económico (aunque a un ritmo más lento que en las décadas anteriores), como tampoco impidió que se acelerara el comercio mundial en los 80. Sin embargo, indicadores tales como aumento del desempleo, del número de personas sin hogar (homeless), de la diferencia en la distribución de la riqueza, evidenciaban que los Estados estaban perdiendo su capacidad de gestionar la economía, de intervenir en la relación sindicatos-capital, de comprometerse con el pleno empleo y la inclusión social.
En definitiva, son estos rasgos de la crisis del Estado de Bienestar ante la cual ganaron terreno los planteos de teóricos neoliberales, críticos de este tipo de Estado, aún cuando el mismo fue capaz de asegurar el fortalecimiento del sistema capitalista en la dura encrucijada del mundo de posguerra (1945-1970). Además, para temor del mundo capitalista, una experiencia socialista (iniciada en la U.R.S.S. y extendida luego a otras regiones que pasaron a integrar el bloque socialista durante la guerra fría) aparecía por entonces como capaz de producir el desarrollo en países atrasados y mostrar una dinámica de crecimiento económico vista como superior a la de los viejos países capitalistas industrializados de la Europa occidental.
¿Por qué los planteos neoliberales (Von Hayeck, Friedman) comenzaron a ganar terreno en las políticas gubernamentales que irían concretándose a través de gobiernos como los de Thatcher y Reagan en los años 80? Evidentemente porque ganaron la batalla contra los keynesianos, quienes sostenían que el motor del crecimiento económico era la demanda, posibilitada por políticas de pleno empleo, mejoramiento de los salarios y políticas sociales por parte del Estado —gasto social—, producción masiva acompañada de consumo de masas, aún con inflación.
Si bien muchos gobiernos, sobre todo socialdemócratas, siguieron aplicando políticas keynesianas ante la crisis de los 70, otros, como los de Inglaterra y EEUU., responsabilizaron a este modelo (keynesiano) y, especialmente, al Estado Benefactor o Estado Social de dicha crisis. Y este es un punto en el que se observa lo dicho más arriba: los neoliberales ganaron la batalla.
Justamente la prédica neoliberal hacía hincapié en que el Estado no debía intervenir y no debía gastar en políticas sociales. Para esta postura, el Estado de Bienestar había desincentivado tanto al capital como al trabajo, porque imponía una carga fiscal y normativa al capital que equivalía a un desincentivo para la inversión y, por otro lado, satisfacer las demandas de los sindicatos equivalía a un desincentivo para el trabajo.
Ambos efectos habrían conducido a una declinación en la dinámica del crecimiento, a una sobrecarga de la demanda económica (inflación) y a una sobrecarga en la demanda política (ingobernabilidad). Quienes sostenían estos argumentos planteaban que el Estado de Bienestar, en lugar de armonizar los conflictos de la sociedad capitalista,
los agudizaba e impedía que las fuerzas del mercado funcionaran de modo apropiado.
El triunfo de políticas neoliberales (interpretadas como un giro hacia la derecha en relación a los gobiernos socialdemócratas y laboristas que había priorizado el gasto social) fue claro, como dijimos, en los casos de la Inglaterra thatcheriana y los EE.UU. de Reagan.
Se planteó un cambio en el rol del Estado que, si bien nunca pudo desprenderse totalmente de sus compromisos sociales, recortó gastos y privatizó empresas públicas.
Se puso en práctica el postulado teórico neoliberal acerca del mercado como regulador de la economía y la sociedad. Debía ser el mercado el que premiara la iniciativa y el esfuerzo individuales, el que asignara los recursos, en definitiva el que premiara a los más aptos y castigara a los menos aptos, funcionando esto último como acicate para el esfuerzo individual.
Los dos países tomados como paradigmas (aunque con diferencias) de la aplicación de políticas neoliberales empezaron a mostrar que el desempleo aumentaba, que los sindicatos iban perdiendo poder de negociación, la desindustrialización avanzada, el reparto de la riqueza se polarizaba, aparecían nuevos pobres (obreros industriales desocupados, sectores medios en descenso) y se incrementaba el número de los sin hogar, vagabundos, excluidos de una sociedad que se iba haciendo cada vez más excluyente.
Capitalismo salvaje, darwinismo social, neoconservadurismo son algunas expresiones críticas a esta fase del capitalismo transnacional, al cual las políticas neoliberales han sido y son tan funcionales. Y es que, como ya vimos, al capital transnacional lo perjudica un Estado que gestione la economía (salvo en lo que sea para favorecer sus aspiraciones), que invierta en gasto social, que propicie que la mano de obra siga siendo cara, que legisle a favor de la protección del medio ambiente, que cargue impositivamente al capital. No sólo lo perjudica el Estado de Bienestar sino la existencia misma del
Estado-Nación, como ya lo planteáramos al tratar la transnacionalización económica.
Los Estados-Nación están jaqueados, además, por otros fenómenos, entre ellos las tendencias separatistas de ciertas regiones ricas que se resisten a «subsidiar» a las más pobres de su propio país. Como ejemplo podemos citar a la Liga Lombarda del norte de Italia que postula la autonomía con respecto al sur, más pobre.
Por otra parte, el hundimiento de las experiencias que se han denominado «socialismo real» han dejado, en los 90, al capitalismo como sistema triunfante a nivel planetario. En estos últimos meses han obtenido triunfos electorales partidos de centro izquierda en Francia e Inglaterra (Partido Socialista y Partido Laborista, respectivamente). Lo que puede observarse a partir de las plataformas y de las primeras acciones de gobierno es la tendencia a combatir el desempleo, en el caso de los jóvenes, invertir en educación, reforzar o reformular (pero no abandonar) las políticas sociales. Seguramente no se trata de la vuelta al Estado Benefactor pero sí la búsqueda, al menos, de paliativos, ante la desestructuración social generada por la aplicación de políticas neoliberales.

martes, 12 de junio de 2012

El abismo económico. Eric Hobsbawm. Historia del Siglo XX.


El abismo económico.

Eric Hobsbawm. Historia del Siglo XX.

Después de la guerra, el desempleo ha sido la enfermedad más extendida, insidiosa y destructiva de nuestra generación; es la enfermedad social de la civilización occidental en nuestra época.

The Times, 23 de enero de 1943.

Si no se hubiera producido la crisis económica, no habría existido Hitler y, casi con toda seguridad, tampoco Roosevelt. Además difícilmente el sistema soviético habría sido considerado como un antagonista económico del capitalismo mundial y una alternativa al mismo. El mundo de la segunda mitad del siglo XX es incomprensible sin entender el impacto de esta catástrofe económica.
El funcionamiento de la economía capitalista no es nunca uniforme y las fluctuaciones de diversa duración, a menudo muy intensas, constituyen una parte esencial de esta forma de organizar los asuntos del mundo. El llamado ciclo económico de expansión y depresión era un elemento con el que ya estaban familiarizados todos los hombres de negocios desde el siglo XIX. Su repetición estaba prevista, con algunas variaciones, en periodos de entre siete y once años.
Desde la revolución industrial, la historia de la economía mundial se había caracterizado por un progreso técnico acelerado, por el crecimiento económico continuo, aunque desigual y por una creciente “mundialización”, que suponía una división del trabajo, cada vez más compleja, a escala planetaria y la creación de una red cada vez más densa de corrientes e intercambios que ligaban a cada una de las partes de la economía mundial con el sistema global. El progreso técnico continuó e incluso se aceleró en la era de las catástrofes, transformando las guerras mundiales y reforzándose gracias a ellas.
El crecimiento económico no se interrumpió durante los decenios 1929-11933, simplemente se desaceleró.
La mundialización de la economía parecía haberse interrumpido. Según todos los parámetros, la integración de la economía mundial se estancó y retrocedió.
¿cuál es la causa del mal funcionamiento de la economía capitalista en el periodo de entreguerras?. Para responder a esta pregunta es imprescindible tener en cuenta la situación de Estados Unidos, pues si en Europa, al menos en los países beligerantes, los problemas económicos pueden explicarse en función de las perturbaciones de la guerra y la posguerra, los Estados Unidos sólo habían tenido una breve, aunque decisiva intervención en el conflicto. La primera guerra mundial, lejos de desquiciar su economía la benefició (como ocurrirá con la segunda guerra mundial). En 1913, los Estados Unidos eran ya la mayor economía del mundo, con la tercera parte de la producción industrial.
La guerra no sólo reforzó su posición de principal productor mundial, sino que lo convirtió en el principal acreedor del mundo.
Los británicos habían perdido aproximadamente una cuarta parte de sus inversiones mundiales durante la guerra, principalmente las efectuadas en los Estados unidos  de las que tuvieron que desprenderse para comprar suministros de guerra. por su parte, los franceses perdieron la mitad de sus inversiones, como consecuencia de la revolución y el hundimiento de Europa. Mientras tanto los Estados Unidos, que al comenzar la guerra eran un país deudor, al terminar el conflicto eran el principal acreedor internacional. Dado que concentraban sus operaciones en Europa y en el hemisferio occidental (los británicos continuaban siendo con mucho los principales inversores en Asia y África) su influencia en Europa era decisiva.
En suma, sólo la situación de los Estados Unidos puede explicar la crisis económica mundial. Después de todo, en los años veinte era el principal exportador del mundo y, tras Gran Bretaña, el primer importador.
Estados Unidos fue también la principal victima de la crisis. Si sus importaciones cayeron un 70 % entre 1929 y 1932, no fue menor el descenso de sus exportaciones.
(...)Esto no supone subestimar las raíces europeas del problema, cuyo origen era fundamentalmente político. En la Conferencia de Paz de Versalles (1919) se había impuesto a Alemania unos pagos onerosos y no definidos en conceptos de “reparaciones” por el costo de la guerra y los daños ocasionados a las potencias vencedoras. Para justificarlas se incluyo una cláusula que declaraba a Alemania única responsable de la guerra (la llamada cláusula de “culpabilidad”), que además de ser de dudosa históricamente, fue un autentico regalo para el nacionalismo alemán. En 1921 la suma a pagar por Alemania se fijo en 132.000 millones de marcos de oro, que todo el mundo sabia que era imposible de pagar.
El análisis económico debe centrarse en dos aspectos.
El primero es la existencia de un desequilibrio notable y creciente en la economía internacional, como consecuencia de la asimetría existente entre el nivel de desarrollo de los Estados Unidos y el del resto del mundo. El sistema mundial no funcionaba correctamente-puede argumentarse- porque al contrario de Gran Bretaña, que había sido su centro neurálgico hasta 1914, estados Unidos no necesitaba al resto del mundo. Mientras Gran Bretaña consciente de que el sistema mundial de pagos se sustentaba en la libre esterlina, velaba por su estabilidad, Estados Unidos no asumió una función estabilizadora de la economía mundial.
El segundo aspecto destacable de la Depresión es la incapacidad de la economía mundial  para generar una demanda suficiente que pudiera sustentar una expansión duradera. Como ya hemos visto, las bases de la prosperidad de los años veinte no eran firmes, ni siquiera en los Estados Unidos, donde la agricultura estaba ya en una situación deprimida y los salarios, contra lo que sostiene el mito de la gran época del jazz, no aumentaban mucho, e incluso se estancaron en los últimos años desquiciados de euforia económica. Como tantas veces ocurre en las  economías de libre mercado durante las épocas de prosperidad los salarios, los beneficios aumentaron de manera desproporcionada y el sector acomodado de la población fue el más favorecido. Pero al no existir un equilibrio entre la demanda y la productividad del sistema industrial  en rápido incremento en esos días que vieron el triunfo de Henry Ford el resultado  fue la sobreproducción y la especulación.
Por consiguiente, a menos que se esperara que la crisis fuera breve y que  hubiera confianza en el futuro, las consecuencias de ésta podían ser espectaculares. Así, la producción de automóviles disminuyó a la mitad en los  Estados Unidos entre 1929 y 1931 y, en un nivel mucho más humilde, la producción de discos de gramófono para las capas de población de escasos ingresos, (discos race y discos de jazz dirigidos a un público de color) ceso  prácticamente durante un tiempo. En resumen, «a diferencia de los ferrocarriles, de los barcos de vapor o de la introducción del acero y de las máquinas herramientas —que reducían los costes—, los nuevos productos y el nuevo estilo de vida requerían, para difundirse con rapidez, unos niveles de ingresos cada vez mayores y un elevado grado de confianza en el futuro. Pero eso era precisamente lo que se estaba derrumbando
Más pronto o más tarde hasta la peor de las crisis cíclicas llega a su fin, y a partir de 1932 había claros indicios de que lo peor ya había pasado. De hecho, algunas economías se hallaban en situación floreciente Japón y en una escala mas modesta Suecia. Incluso las economías más débiles, como la británica, mostraban signos de dinamismo. Pese a todo, no se produjo el esperado relanzamiento y la  economía mundial siguió sumida en la Depresión. Eso era patente en la más poderosa de todas las economías, la de los Estados Unidos donde los diferentes experimentos encaminados a estimular la economía se emprendieron (en algunos casos con escasa coherencia) en «New Deal» del presidente F. D. Roosevelt no dieron los resultados esperados. A unos años de fuerte actividad siguió una nueva crisis en 1937-1938, aunque de proporciones mucho más modestas que la Depresión de 1929. El sector más importante de la industria norteamericana, la producción automovilística, nunca recuperó el nivel alcanzado en 1929, y en 1938 su situación era poco mejor que la de 1920.
(...) en un sector-el de entretenimiento y lo que mas tarde se conocería como los medios de comunicación- el periodo de entreguerras contemplo los adelantos mas trascendentales, al menos en el mundo anglosajón, con el triunfo de la radio como medio de comunicación de masas y de la industria del cine de Hollywood. Tal vez no es tan sorprendente que en las tristes ciudades del desempleo generalizado, surgieran gigantescas salas de cine, porque las entradas eran muy baratas, por que los mas jóvenes y ancianos, los mas afectados por el desempleo,  disponían de tiempo libre y porque, como observaban los sociólogos durante la Depresión los maridos y las esposas tenían mas oportunidades que antes de compartir los ratos de ocio.



lunes, 11 de junio de 2012

Depresión del Capitalismo 1929 en imágenes










El Keynesianismo

En su obra Teoría general sobre el empleo, el interés y el dinero, publicada en 1936, el economista inglés John Maynard Keynes afirmó que la economía ya no funcionaba según los principios clásicos que habían dominado la teoría económica durante más de un siglo y que, por lo tanto, era necesaio diseñar nuevas políticas.
A diferencia de los economistas clásicos, Keynes pensaba que la economía capitalista no tendía de manera automática hacia el pleno empleo de los factores productivos-el capital y el trabajo-y que no se podía esperar salir de la recesión a partir de la "acción automática" de las "fuerzas de mercado". Desde su punto de vista, sólo la intervención del gobierno podía conseguir que la economía volviera a una posición de pleno empleo, aun cuando para lograrlo, inicialmente, el Estado tuviera que realizar inversiones y aumentar el deficit público.
Para Keynes, durante una recesión, el gasto público debía compensar la insuficiente inversión privada. Pero, al mismo tiempo, sostenía que los capitalistas no debían considerar el pago de salarios como un gasto sino como uno de los pasos necesarios para obtener futuras ganancias. Afirmó que los asalariados gastan la mayor parte de sus ingresos en comprar los bienes que necesitan para su subsistencia. Y que son las empresas las que producen esos bienes. Por esto, según Keynes, ante un incremento de la demanda se generará un aumento de la inversión por parte de los capitalistas para producir más bienes, lo que generará más empleo y posibilidades de pagar mayores salarios y mayores impuestos al Estado. Por lo tanto, si el Estado y un número cada vez mayor de habitantes tienen ingresos suficientes para gastar en la compra de productos, los capitalistas tienen asegurada la realización de ganancias crecientes. Los argumentos desarrollados en esta obra se constituyeron en la base de sustentación teórica de los programas económicos que ya se estaban ensayando en los Estados Unidos y Gran Bretaña.

Alonso, M, Vazquez, E, Giavón, A: Historia. El mundo contemporáneo, Aique, buenos Aires, 1999, pág 132 a 136

domingo, 3 de junio de 2012

Educación en Chile


Noticia. Pagina 12 28 de abril de 2012.      "Educación en Chile"

EL MUNDO › EL PRESIDENTE CHILENO PROPUSO ADEMAS UNA REFORMA TRIBUTARIA.

Duras críticas al plan educativo de Piñera

La oposición, parte del oficialismo, estudiantes y empresarios chilenos criticaron hoy la reforma tributaria para financiar la educación anunciada anoche por el presidente Sebastián Piñera, quien hoy pidió al Congreso que apruebe los cambios. “Cuando un presidente pide por Chile, no se humilla. Les pido a todos los parlamentarios de gobierno y oposición que nos ayuden a sacar adelante estas dos grandes reformas que yo espero le cambien el rostro a nuestro país”, demandó Piñera desde un jardín de infantes en Santiago, al que visitó esta mañana tras anunciar anoche una amplia reforma tributaria para poder financiar los cambios que hace tres días propuso para el sistema educativo.

El mandatario también se dirigió a los estudiantes, a quienes les explicó que “la sociedad entera está haciendo un enorme esfuerzo para llevar más recursos a la educación” y les pidió que asuman su propio compromiso. “Depende de ustedes y aprovechen esta oportunidad para que puedan desarrollarse en plenitud y ser felices. Ese es el objetivo central de esta reforma educacional y tributaria”, comunicó el presidente, a quien las masivas y reiteradas protestas estudiantiles por una educación gratuita y de calidad le generaron desde el año pasado una crisis de gobierno y el derrumbe del apoyo en las encuestas.
Esta semana, el gobierno envió al Parlamento la reforma educativa que básicamente busca quitar de la órbita de la banca privada los créditos con los que los estudiantes universitarios costean sus carreras y financiarlos con préstamos a tasas más bajas otorgados por el Estado, entre otras medidas. Para ello, Piñera señaló que se necesitarán más recursos que los mil millones de dólares incluidos en el Presupuesto 2012 para Educación, por lo que anoche anunció el proyecto de reforma tributaria, con el que busca entre 700 y mil millones de dólares adicionales que, según prometió, serán destinados en un ciento por ciento al área.
El gobierno busca engrosar la caja para este fin con un aumento del 17 al 20 por ciento del impuesto permanente sobre las utilidades de las empresas y al 40 por ciento sobre las bebidas alcohólicas. También la eliminación de exenciones; creación del nuevo mecanismo para afrontar las variaciones de los precios internacionales; gravámenes a bienes que afecten al medio ambiente y descuento de hasta el 50 por ciento en la carga tributaria por gastos en educación para la clase media, entre otras medidas fiscales.
El senador Ricardo Lagos Weber, miembro de la opositora Concertación, adelantó que no acompañará la propuesta. “Esta reforma carece de convicción y de corazón porque no estaba en el deseo del gobierno realizarla. Refleja a un gobierno que se vio forzado por la calle a hacer una propuesta de ajuste.”