Edición Nro 156 - Junio de 2012 El Diplo
EDITORIAL
Radicalización
Por Serge Halimi*
Las protestas sociales que se extienden por los países en crisis dejan en
claro que las políticas
de austeridad no pueden aplicarse sin métodos autoritarios. Entonces, los
recortes sociales van
de la mano de la suspensión de libertades fundamentales y del avance de
discursos de
extrema derecha.
La revuelta de los estudiantes de Quebec vuelve a demostrarlo: las políticas de
austeridad ya no pueden implementarse sin métodos autoritarios. Cuando el
gobierno liberal (centrista) de Jean Charest decidió aumentar el precio de las
matrículas universitarias en un 75% durante un período de cinco años, más de un
tercio de los estudiantes de esa región canadiense se declaró en huelga. El 18
de mayo, en una sesión extraordinaria de la Asamblea Nacional de Quebec se
suspendieron los derechos de asociación y manifestación. Secuencia fatal: la
amputación de una conquista democrática (en este caso, el acceso a la educación
superior) llevó rápidamente a la suspensión de una libertad fundamental.
Esta radicalización se observa en otras partes del mundo. En Francia, la
derrota de la coalición conservadora –luego de una campaña durante la cual se
enunciaron todos los tópicos de la extrema derecha– en modo alguno condujo a
dicha fuerza a cambiar su discurso frente a un electorado centrista que decidió
no votar por ella. Por el contrario, los herederos de Nicolas Sarkozy siguen privilegiando
las posturas más reaccionarias –hostilidad hacia los inmigrantes, oposición a
una presunta laxitud frente a la delincuencia, lucha contra el fraude social–,
con la esperanza de arrebatarle al Frente Nacional un electorado popular que
supuestamente se reconoce en el retrato de “trabajador que no quiere que
alguien que no trabaja gane más que él” (1).
Menos de un mes después de la asunción de Obama, Estados Unidos atravesó un
cambio político similar. Lejos de los mea culpa, el Partido Republicano imitó
al Tea Party, truculento y paranoico, pero sobre todo experto en el arte de
presentar a sus oponentes como un puñado de esnobs de izquierda, tecnócratas
pagados de sí mismos y capaces solamente de molestar a los productores de la
riqueza para seguir favoreciendo a los “asistidos” y los fracasados.
“Todos tuvimos algún vecino, o escuchado el caso de alguien que vivía por
encima de sus posibilidades, y nos preguntamos por qué teníamos que pagar por
sus gastos”, señalaron los autores del “Manifiesto del Tea Party” (2).
Apenas derrotada, la derecha republicana no se molestó en recuperar el centro,
donde, al parecer, se dirimen las elecciones. Y recobró sus fuerzas
sustituyendo el pragmatismo gris de los líderes en desbandada por las
aspiraciones de sus activistas más radicales.
Este imaginario de derecha es poderoso. No puede combatirse con sermones, ni
modificando marginalmente el itinerario económico y financiero, cuyo anunciado
fracaso multiplicará las situaciones de angustia, de desesperación, de pánico.
Para no hablar de los efectos políticos deletéreos de un resentimiento político
que apunte al blanco equivocado. El colapso de los dos principales partidos
griegos, corresponsables de la quiebra del país y el martirio infligido a su
pueblo, así como el inesperado surgimiento de una formación de izquierda,
Syriza, decidida a cuestionar el pago de una deuda parcialmente ilegítima (ver
artículo en página 22), muestran que no es imposible salir del atolladero. La
condición es dar pruebas de audacia e imaginación. En ese mismo sentido luchan
los estudiantes de Quebec.
El Dipló: Radicalización 2/2 7-06-2012 20:13:26
Por Serge Halimi* - 2 - Edición Nro 156 - Junio de 2012
1.
Discurso de Nicolas Sarkozy
en Saint-Cyr sur Loire, 23-4-12.
2. Citado por Thomas Frank, Pity the Billionaire: The Hard-Times Swindle and
the Unlikely Comeback of the Right,
Metropolitan Books, Nueva York, 2012.
* Director de Le Monde diplomatique.
Traducción: Mariana Saul.
Edición Nro 155 - Mayo de 2012
Estudiantes repudian los recortes presupuestarios, Barcelona, España,
29-2-12 (Lluis Gene/AFP/Dachary)
MOVIMIENTOS HETEROGéNEOS UNIDOS POR EL CUESTIONAMIENTO AL SISTEMA
Marea de indignación
Por Augusta Conchiglia*
Un fantasma recorre el mundo: el de los indignados contra un sistema
socioeconómico en crisis
que les ha robado el futuro no sólo a los más pobres, sino a las clases medias,
a los jóvenes, a los estudiantes y profesionales, a los trabajadores en
general. Muestran diferencias y también
objetivos comunes.
Amir Imran nos muestra el lugar (1). “Mi carpa está por allá, al lado de la del
servicio técnico, donde se
ocupan de internet, del contacto con las otras ocupaciones, de las
actualizaciones en Facebook. Ésta es
la cocina, que sirve desayuno, almuerzo y cena. Y ésta es la carpa ‘té y
empatía’, donde hay un piano,
¡té y café gratis!”. En Londres, frente a la Catedral de San Pablo, en el
corazón de la City, decenas de
carpas proliferan desde el 15 de octubre de 2011 (2).
Imran duerme aquí desde el comienzo y sólo deja el campamento dos días a la
semana para asistir a clases. Con 24 años, llegó a la capital británica hace
unos meses para terminar sus estudios de periodismo. Viene de Malasia, donde
“hay una ley draconiana que permite encarcelar a alguien si se lo considera
sospechoso de alterar la armonía y el orden público. Allá, participaba en
movimientos por el derecho a la libertad de manifestarse. Necesitábamos un
permiso para protestar. Aquí es más simple... ¡menos mal!”. Para él fue natural
sumarse a los militantes de “Occupy the London Stock Exchange” (Ocupar la Bolsa
de Londres).
Lanzado en Nueva York, el 17 de septiembre de 2011, el movimiento “Occupy”
(Ocupar) intenta inscribirse en la línea de los “indignados” españoles y
reproduciría a su modo la “primavera árabe”. Si bien las situaciones difieren y
los reclamos son a veces confusos, de Londres a Nueva York, de Madrid a Tel
Aviv, se observa el mismo malestar frente a un orden político que escapa al
control de los ciudadanos y frente a una oligarquía que acapara las riquezas.
Y, siempre, esa sensación concreta de pertenecer a algo global. Pero, más allá
del deseo de los manifestantes, ¿se puede realmente reunir todas estas
movilizaciones en una misma categoría? De El Cairo a Atenas, de Santiago de
Chile a San Francisco, ¿asistimos al surgimiento de un “pueblo mundial en
lucha”? (3).
La pregunta se formula a dos estudiantes chilenos que, desde el mes de mayo de
2011, participan del movimiento por una educación pública y gratuita, en el
país donde las universidades fueron privatizadas por el régimen del general
Pinochet en 1981 (4). En efecto, Chile vivió durante 2011 las más grandes
manifestaciones populares desde su retorno a la democracia. Los estudiantes
arrastraron consigo a familias y alumnos del secundario. Llegaron a plantear la
cuestión de las desigualdades y la reforma impositiva, pero también la de la
representatividad del sistema político. No se identifican con los “indignados”
ni con la “primavera árabe”: construyeron sus reclamos en base a la situación de
su país, pero dicen expresar un enojo que excede las fronteras de Chile.
Para Andrés Muñoz Cárcamo, “es un fenómeno global contra la manera en que el
sistema económico obtiene beneficios y destruye las estructuras sociales. En
Chile, es con la educación; en otras partes, es diferente”.
Recuperar el poder de decisión, Procurando señalar las diferencias entre todos
estos movimientos, su compañero Vicente Saiz reconoce la existencia de una
“base común” en el hecho de que “la gente lucha para tomar ella misma las
decisiones”. Y es verdad que en todas partes se observa esa voluntad de
recuperar un poder confiscado, el deseo de participar verdaderamente en la vida
pública y en la manera en que las sociedades son gobernadas, lo que a menudo se
expresa a través de la sencilla palabra “democracia”.
En Madrid, la dimensión del enojo que colmó la Puerta del Sol el 15 de mayo de
2011 –y dio origen al llamado movimiento “15M”– sorprendió a Carlos Paredes,
quien había contribuido sin embargo a organizar esa primera manifestación. El
movimiento “¡Democracia real ya!”, del cual es uno de sus voceros, había sido
creado unos meses antes en torno a ocho propuestas que iban de la eliminación
de los privilegios de la clase política a la aplicación efectiva del derecho a
la vivienda y a la reforma de la ley electoral (5).
Pero, para este empresario de 32 años, que ejerce su actividad en el área de
servicios informáticos, la motivación por salir a la calle es a la vez más
profunda y menos precisa que estas pocas propuestas. En España, explica, hay
“un techo de cristal” que limita el desarrollo personal y profesional de la
población. “Los que están arriba permanecen arriba, y los que están abajo caen
siempre más abajo. La imposibilidad de progresar económica y socialmente me
llevó a buscar otros caminos. Luego encontré a ‘¡Democracia real ya!’.” No
reivindica a ningún partido o sindicato, ni hace referencia a ninguna ideología
política. Pero critica, además de a un sistema económico cada vez más desigual,
a una democracia que ya no representaría a nadie, ni en España ni en Europa.
Fustiga así esos “golpes de Estado financieros” que llevaron a tres
personalidades no elegidas y surgidas del mundo de las finanzas a puestos
importantes: Mario Draghi a
la cabeza del Banco Central Europeo, Lucas Papademos a la del gobierno griego y
Mario Monti a la presidencia del Consejo Italiano.
Esta crisis de representatividad explica el surgimiento espontáneo de un
conjunto de mecanismos tendientes a la adopción de las decisiones por consenso.
Los “indignados” elaboraron técnicas deliberativas lo más inclusivas posible
porque se sentían excluidos de lo político. Así, desde la noche de la
manifestación del 15 de mayo, algunos propusieron permanecer en la Puerta del
Sol. La ocupación duró más de un mes, y se caracterizó por la presencia de
asambleas generales, discusiones y grupos de trabajo sobre los temas más
diversos. Todas las personas con las que nos encontramos en Madrid –pero
también en los demás movimientos “Occupy”– nos describieron con emoción esas
asambleas de, a veces, varios miles de personas. Por su parte, el filósofo José
Luis Moreno Pestaña habla de un “placer en la discusión pública” (6).
Democracia directa
Iván Ayala tiene 31 años. Prepara su tesis en la Universidad Complutense sobre
los fundamentos metodológicos de la economía neoclásica. Cuenta: “Participé
plenamente en el movimiento. Al principio, era impresionante. Había grupos de
trabajo que tenían ¡quinientos miembros! Y era emocionante llegar a la Puerta
del Sol y ver a cuatro mil personas en asamblea, discutiendo como en el ágora
griega”. Por oponerse al sistema partidario, el 15M se niega a definirse como
un movimiento de izquierda. Sin embargo, su crítica a los banqueros, los
políticos, el neoliberalismo y los especuladores constituye efectivamente un
análisis de izquierda, estima Ayala. Pero su verdadero éxito, “es que sea
deliberativo, popular y masivo. Ahora, en todos los barrios, todos los pueblos,
se están formando asambleas”.
Fue así como el 15M se reinventó y pudo continuar sus acciones decidiendo
suspender el campamento y la ocupación permanente de la Puerta del Sol. Esta
característica se observaría en los demás movimientos: fue cuando los
“indignados” decidieron levantar el campamento que pudieron extenderse y llegar
a un público más amplio, más popular, arraigándose en lo local. El 12 de junio
de 2011, cuando la ocupación de la Puerta del Sol llegó a su fin, los numerosos
carteles individuales colgados en la plaza desaparecieron en beneficio de una
gran pancarta: “Nos vemos en los barrios”.
La diversificación geográfica del movimiento tuvo como correlato el surgimiento
de múltiples acciones. Se creó, por ejemplo, una plataforma para brindar ayuda
a los inquilinos amenazados de desalojo: cuando las familias toman contacto con
los “indignados”, éstos acuden masivamente el día previsto para el desalojo y a
veces logran evitarlo o postergarlo varios meses. También ocupan edificios
vacíos para alojar allí a familias carecientes.
El 15M permite así movilizar y llamar la atención sobre cuestiones que, ayer,
eran mucho menos visibles. La abogada Liliana Pineda participa en la lucha por
la gestión del agua. La comunidad de Madrid prevé privatizar la empresa pública
Canal de Isabel II. “Esta campaña –explica– es un ejemplo de colaboración entre
el movimiento y algunos partidos políticos, a través de una plataforma. El 15
de mayo, ya se habían organizado muchas cosas. Pero, gracias a los
‘indignados’, hubo mucha más gente en la manifestación del 8 de octubre, ya que
la plataforma estaba presente en numerosas asambleas populares. Y también
participaron partidos políticos, como Izquierda Unida y EQUO”. El
acontecimiento es importante, ya que hasta entonces el 15M parecía negarse a
cualquier contacto con los partidos políticos, incluso aquellos que podían
estar cerca de sus posiciones.
Esta cuestión de la relación con la política nunca fue tan espinosa como al
acercarse las elecciones legislativas del 20 de noviembre de 2011, en las que
triunfó el Partido Popular (PP) de Mariano Rajoy (conservador). ¿Qué posición
adoptaría un movimiento social que pretende ser apartidario frente a una
elección tan importante? ¿Crear un partido para “acabar con el bipartidismo”,
tal como propusieron algunos en junio de 2011? La idea fue rápidamente
descartada.
¿Abstenerse? “Nunca llamamos a la abstención –insiste Paredes–. Llamamos a
votar por partidos minoritarios, ya que estábamos en contra del bipartidismo
del PP y el PSOE (Partido Socialista Obrero Español).”
El objetivo consistía únicamente en identificar –gracias a hábiles cálculos– al
partido minoritario con mayores
posibilidades, en cada circunscripción, de derrotar al candidato de uno de los
dos grandes partidos. Esto no impidió el triunfo de la derecha, pero permitió
señalar las fallas del sistema democrático español. Es para transformarlo que
Paredes y sus compañeros piensan hoy en un proyecto de “democracia 4.0” en la cual los ciudadanos
puedan votar por internet sobre los proyectos de ley sometidos al Parlamento.
Visibilidad de las propuestas Pero el verdadero éxito del movimiento, más allá
de esta creatividad permanente, es el peso que adquirió en el debate político.
Al igual que en Estados Unidos y el Reino Unido, los “indignados” españoles
afirman que sus propuestas están hoy en la escena pública. Y sobre todo, señala
Paredes, “lograron internacionalizar el movimiento. Occupy Wall Street (OWS) y
los movimientos israelíes (7) derivan de alguna manera del 15M”.
¿Cómo pudo, en el otoño boreal de 2011, un pequeño campamento de manifestantes
en el sur de Manhattan transformarse en un “levantamiento global” (8) en un
país donde las movilizaciones populares parecían haber quedado en la historia?
Comprometido con los acampantes neoyorquinos, el abogado Alexander C. Penley
recuerda la importancia de los precedentes que lo hicieron posible, como el
movimiento sindical de comienzos de 2011 en el Estado de Wisconsin, y considera
que la “primavera árabe” sirvió de ejemplo. “Si algo semejante hubiera sucedido
en Francia, no habría tenido el mismo impacto, porque como usted sabe, para los
estadounidenses estas manifestaciones en Francia, en Europa, son normales.
Mientras que en Medio Oriente... Estos países eran conocidos por ser muy
cerrados, bloqueados. Si eso funciona allá, algo puede suceder aquí.”
Es tal vez por esa razón que el llamado a ocupar Wall Street, lanzado en
internet por la revista canadiense Adbusters, conocida por su crítica radical a
la publicidad, tuvo un impacto tan fuerte. El 17 de septiembre, unos cientos de
personas fueron a manifestarse al barrio financiero de Nueva York y se
encontraron finalmente, casi por casualidad, en Zuccotti Park, una plaza
encerrada entre algunos rascacielos, a dos pasos de Wall Street y el Ground
Zero. “Alguien lanzó la idea de hacer una asamblea general, como en Grecia o
España”, recuerda David Graeber, antropólogo, anarquista, que enseñó en Yale, y
que se involucró en la planificación de la ocupación. Ese día, algo muy raro en
Estados Unidos, la gente comenzó a hablar de política, en las calles, en el
espacio público. Y surgieron reivindicaciones, diversas, serias o
descabelladas. En la primera asamblea general de OWS, se discutió así la
anulación del fallo “Citizens United” de la Corte Suprema, que refuerza la
capacidad de las empresas para incidir en el poder político (9); pero también
el retorno de la ley Glass-Steagall, cuya derogación por parte de William
Clinton permitió la expansión de unas finanzas sin control. Y, tal vez de
manera más fantasiosa, algunos llamaron también a desmontar la estatua del
toro, en Broadway, tan emblemática de los sueños de potencia de Wall Street.
En los días siguientes, los manifestantes fueron más numerosos, y surgieron
carpas: una vida se instaló en Zuccotti Park. Se siguieron haciendo asambleas
generales, se organizaron en grupos de trabajo, se adoptó la “Declaración de la
Ocupación de Nueva York”. La plaza congregó a gente de lo más diversa. Además
de jóvenes blancos universitarios, vinieron también personas sin techo,
minorías y otras “voces marginadas”, cuya inclusión en el largo plazo es un
desafío, no necesariamente resuelto. Algunos afirman ser comunistas o
socialistas, o señalan al capitalismo como la causa del problema. Otros, en
cambio, desean conservar este sistema y la economía de mercado, y reclaman
únicamente su regulación.
Muchos están decepcionados con Barack Obama: “Voté por él, no hizo nada, ahora
ocupo”. Como William P. York, joven abogado a quien encontramos en el
campamento de “Occupy Nashville”, en Tennessee: “En 2008, participé en su
campaña en Cleveland, en Ohio –cuenta–. Era un Estado importante para la
batalla electoral. Me volví muy activo políticamente, trabajé mucho por la
campaña. Pero, tras su llegada al poder, rápidamente me di cuenta de que no era
muy diferente a los demás candidatos. Los dos partidos son, básicamente, el
mismo partido. Ambos fueron cooptados por empresas que pueden aportar el dinero
que deseen a los candidatos. De hecho, éstos fueron comprados por las empresas,
por las grandes compañías multinacionales”.
Nuevas formas de lucha
La crítica al poder de las grandes empresas constituye un denominador común del
movimiento OWS.
La ocupación de los espacios públicos fue el medio de hacer escuchar esta
crítica. Para algunos, se justifica por sí misma y constituye la realización
concreta de la sociedad que desean ver surgir: se trataría de un acto político
que se basta a sí mismo. Pero, como nos lo diría Shane Patrick, un organizador
“con” el movimiento OWS, como quiere definirse, “nadie desea vivir en una
sociedad igualitaria en plena Nueva York, en enero”.
La expulsión violenta de los acampantes de Zuccotti Park por parte de la
policía de Nueva York la noche del 15 de noviembre, tuvo pues, para muchos, un
efecto positivo. Ex colaborador de Newsweek o de Los Angeles Times, devenido
jefe de redacción de The Occupied Wall Street Journal, Michael Levitin lo
afirma: “Ya no necesitábamos de Zuccotti Park. Fue el mejor momento para parar.
Y la manera en que el alcalde nos expulsó fue perfecta: fue violento,
golpearon, detuvieron a gente, tiraron libros, y los periodistas no pudieron
acceder”. Al igual que con el 15M en Madrid o Barcelona, la violencia policial
permitió a OWS ganarse la simpatía de la opinión pública, y la expulsión obligó
a los ocupantes a pensar en otras formas de acciones, para ingresar en una
nueva fase del movimiento.
Así, se crearon lazos entre OWS y organizaciones comunitarias presentes en los
barrios populares de Nueva York y otras partes. El 6 de diciembre, la
plataforma “Occupy Our Homes” (“Ocupar nuestras casas”) organizó una acción en
todo Estados Unidos para recuperar viviendas vacías pertenecientes a los
bancos. El barrio pobre de East New York constituyó el objetivo de la jornada.
Al principio, en el centro de Brooklyn, los participantes eran mayoritariamente
blancos y universitarios. Pero, durante la marcha, en el andén del subte, y
luego en los vagones, los manifestantes distribuyeron panfletos; informaron a
los pasajeros sobre el índice de desalojo de las viviendas en East New York, el
más alto de la ciudad. Algunos se sumaron a la marcha y adoptaron el lema de
OWS: “We are the 99%” (“Somos el
99%”, en referencia al “1% más rico”).
Unas dos mil personas –entre ellas, militantes históricos de las luchas
minoritarias, como Charles Barron, ex miembro de las Black Panthers, hoy consejero
municipal de Nueva York– marcharon finalmente en ese barrio. Otro consejero
municipal, Ydanis Rodríguez, dijo a la multitud hasta qué punto esa jornada era
importante, ya que mostraba que OWS se había vuelto “más colorido”. Es decir:
actualmente, hay más negros, hispanos y minorías.
En 702 Vermont Street, tomaron finalmente una casa vacía, como en otras
cuarenta ciudades de Estados Unidos. La familia de Alfredo Carrasquillo se
instaló allí. Al volver días después de la manifestación, encontraríamos allí a
una docena de ocupantes, instalados en forma permanente para proteger a la
familia en caso de intento de desalojo. Max Berger renunció a su trabajo en una
organización no gubernamental para participar del movimiento. “Ocupamos esta
casa en nombre de una familia. Siempre quise involucrarme en acciones que
transformen las relaciones de poder y luchen en nombre de los más marginados en
la sociedad. Y esta cuestión de la vivienda es perfecta: es la extensión
natural del movimiento OWS. La gente se siente directamente afectada. Docenas
de familias toman contacto con nosotros para que las ayudemos a encontrar una
casa o las protejamos de un desalojo”. Y agrega: “OWS tiene la capacidad de
crear un amplio movimiento de masas que cambiará la política en este país”.
En efecto, el movimiento no se limita a Nueva York y otras grandes ciudades
(10). En Nashville, en el corazón del Estados Unidos cristiano y conservador,
se instaló un campamento frente al Congreso del Estado. En diciembre de 2011,
aún se encontraban allí decenas de carpas que habían ganado el derecho a
permanecer en el lugar unos meses gracias a una victoria judicial en un
tribunal estatal. Finalmente, en marzo de 2012, el campamento fue desalojado
por las fuerzas del orden, lo que hizo de Nashville, al decir de sus
participantes, una de las más largas ocupaciones de Estados Unidos. Aquí, la
idea de reapropiarse de un lugar público reviste un sentido aun más profundo
que en Nueva York. Conglomerado de autopistas, rascacielos, inmensas iglesias y
concesionarios de automóviles, esta ciudad reserva el espacio público a los
vehículos. Aquí, caminar carece de sentido. En cuanto a acampar... El
campamento, cuentan los ocupantes, recreó los lazos que este urbanismo inhumano
había destruido.
Nashville se encuentra en el corazón del “Bible Belt”, esa región del sur de
Estados Unidos repleta de construcciones religiosas que parecen centros
comerciales. Jim Palmer es pastor. Antes dirigía una de ellas, pero la abandonó
por una práctica más espiritual del cristianismo. “En vez de prestar atención
al 10% más pobre, las iglesias son presas de una dinámica que las lleva a
construir edificios más grandes, a tener más programas, con el fin de derrotar
a sus competidores –explica–. Desde mediados de los años 70, el modelo empresarial
se impuso entre los pastores. Las iglesias son administradas como empresas. El
pastor es como un gerente general, rodeado de un directorio, y los feligreses
casi no tienen voz ni voto.” La expansión del modelo tiene como correlato la
difusión de su crítica, adaptada a las circunstancias locales. Y Palmer, que
lanzó el grupo interconfesional “Occupy Religion” (Ocupar la religión),
recuerda que “Jesús era parte del 99%”.
Unos meses después de su lanzamiento, OWS se muestra polimorfo y heterogéneo. Congrega
las iniciativas más diversas, lanza manifestaciones y acciones sobre todos los
temas: la vivienda, el poder de las multinacionales, la venta internacional de
armas por parte de industriales que “exportan la muerte en nombre de la
defensa”, o la deuda de los estudiantes y la lucha por una educación gratuita.
Otros aún piensan en ocupar granjas. OWS habrá logrado pues, en poco tiempo,
colocar algunas cuestiones esenciales –la desigualdad, la crisis de
representatividad del sistema político– en el centro del debate público
estadounidense y se habrá convertido en un “movimiento de los movimientos”
(11), capaz de llamar la atención sobre movilizaciones que no hubieran tenido
semejante impacto sin su apoyo.
Por su parte, focalizados en la universidad y el reclamo de una educación
gratuita, los estudiantes chilenos
construyeron un movimiento más clásico. Si bien combaten los efectos de una
política neoliberal comparable –la universidad chilena transformada por
Pinochet convierte a la educación en un bien de consumo cuyo precio es
elevado–, su movimiento es sin embargo más organizado, con elecciones y
dirigentes representativos y legítimos.
A pesar de estas diferencias de naturaleza, existen puntos en común con OWS. Un
mismo lenguaje comienza a utilizarse. “A lo largo de nuestra campaña, retomamos
el lema de OWS ‘Somos el 99%’”, dice Gabriel Boric, quien acaba de ser elegido
presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH),
con el movimiento
Creando Izquierda. El estudiante de Derecho, que reivindica a Antonio Gramsci,
Toni Negri o Slavoj Zizek, sostiene un discurso político claro: “Somos de
izquierda, pero decimos que la izquierda, en el siglo XX, fracasó. El mundo que
ella imaginó no llegó. Debemos aprender de esos errores”. En ese mes de
diciembre de 2011, luego de un año de movilización, y al acercarse las largas
vacaciones de verano, insistía: “El movimiento estudiantil no terminó. No
ganamos, pero no nos derrotaron”. Efectivamente, los estudiantes aprovecharon
el verano chileno para construir estas estrategias: se disponen a proponer la
nacionalización de los recursos naturales y una reforma fiscal para financiar
las universidades.
1. Para escribir este artículo, el autor viajó a Londres, Nueva York,
Nashville, Santiago de Chile y Madrid.
El Dipló: Marea de indignación 7/7 8-05-2012 16:55:56
Por Augusta Conchiglia* - 7 - Edición Nro 155 - Mayo de 2012
2. El campamento de la Catedral de San Pablo fue desalojado el 28 de febrero de
2012.
3. François Cusset, “Quand le peuple se rebelle”, Le Monde, París, 5-11-11.
4. Véase Víctor de la Fuente, “En finir (vraiment) avec l’ère Pinochet”, La
valise diplomatique, 24-8-11.
5. Véase Raúl Guillén, “España, de nuevo al Sol”, Le Monde diplomatique,
edición Cono Sur, julio de 2011.
6. José Luis Moreno Pestaña, “Le mouvement du 15-M: social et ‘libéral’,
générationnel et ‘assembléiste’ - Un
témoignage”, Savoir/Agir, Bellecombe-en-Bauges, N° 17, septiembre de 2011.
7. Véase Yaël Lerer, “Indignación en las calles de Israel”, Le Monde
diplomatique, edición Cono Sur, septiembre de
2011.
8. Keith Gessen, Astra Taylor,
Eli Schmitt, Nikil Saval, Sarah Resnick, Sarah Leonard, Mark Greif y Carla
Blumenkranz (dir.), Occupy! Scenes from Occupied America, Verso, Nueva
York, 2011.
9. Véase Robert W. McChesney, John Nichols, “En Estados Unidos, prensa, poder y
dinero se fusionan”, Le Monde
diplomatique, edición Cono Sur, agosto de 2011.
10. Véase Olivier Cyran, “Dans le Mississippi, les fractures de l’Amérique
profonde”, Le Monde diplomatique, París,
abril de 2012.
11. Prachi Patankar y Ahilan
Kadirgamar, “Wither Wall Street: The Challenge of the Occupy Movement”, 2-1-12
(www.criticallegalthinking.com).
* Periodista.